cinema paradiso interpretado por Esteban Morgado cuarteto

sábado, 28 de abril de 2012


La idea abrumadora de pertenecer a la raza de los…*“hormighombres”. (*de “El libro de Manuel” de Julio Cortazar)
                      Don Julio nos hablaba así, desde algún lugar privilegiado de su propio pensamiento. Es que sospechaba –imagino- al ver “la marea humana”  moverse en la ciudad ¿son como si fueran “hormigas”? ¿Tal vez, le daría esa impresión porque la “marea” obedece leyes de convivencia semejante al de las “hormigas”? Festejarle el sustantivo no es solo para el halago:
                      Cuando la mirada se extienda hacia los innumerables gestos que inundan el venturoso paisaje de lo urbano, allí, la ansiedad remarcará su presencia.
                      Cuando esa voz que parece multiplicarse hasta el hartazgo, satura el ambiente y “repiquetea” en nuestro interior, es que se aproxima la angustia.                                                             
                     Cuando, hasta el tiempo de la “magia” se dimensiona en centésimas y rigen los lapsos que se suman como “cuota” de asombro, llegamos al país de los “hormighombres”.
                       -Una “hormiga” es la que desprende de si, su andar por la vida como algo natural y solo se viste con su actitud, la de cumplir… “con lo que es su deber para con la comunidad”.
                       -¿Cuántas “cuotas” de asombro pretenden? Medido en centésimas ¿Hasta que cantidad de ellas acumularán como tiempo de “magia”?
                       -¡¡¡¡“Hormigombres” March!!!! Un, dos, tres…izquierda, derecha, izquierda… ¡¡¡allí… dejen su aporte obligatorio y mantengan firme su fidelidad al orden establecido!!!
                       -Desde la base de sus pensamientos renieguen de intentar una conducta distinta de lo que se les pide pues solo les traerá quebrantos sin consuelo y remordimientos.
                        -“Hormigas” ¡¡vamos!! . No quiero“sorpresas desagradables”. ¡Por favor! En todo este tiempo ni Steven Spielberg descubrió nada. Solo hizo una película de dibujitos o de muñequitos. (jaja).
                        -Desde el país de los “hormighombres” los saluda atentamente, vuestro presidente. Cuídense de los “corazones delatores”. Ellos, habitualmente,  se asocian a los * “contadores de historias”.
                         Cuando el “corazón delator” navega entre los cuerpos multiplicados, quien identifique ese “batir” tan fuerte, tendrá la satisfacción de compartir alguna emoción.
                         Cuando los “contadores de historias” se sobrepongan al naufragio en el océano cuasi infinito de sus propias palabras, regresaran hacia nosotros para enseñarnos a batallar contra la muerte.

(*De “El Ángel gris” de Alejandro Dolina).
 
                                                                                   Un cuerpo aletargado…
                                               …invadido por el tibio sol y por el suspiro de presenciar el paisaje encantador. Medir la sensación de libertad hasta donde llega la mirada en el horizonte y como esa mirada se vuelve ambiciosa y voraz, empieza a viajar a la velocidad del viento para atragantarse de lo que le trae la “naturaleza furtiva”.
         Acá no está la frontera ni aún el límite de nada. Está la sonrisa fresca que nace en el interior para traducirse en algo que contagia. Está la armonía de la belleza que trasluce y desprende el asombro. Está  la conciencia de la materia viva por seguir esa conmoción hacia lo verdadero y sustancioso. Está el rodearse de los aromas parar pertenecer a ellos…

La ciudad se muestra como invadida por la noche.
Es que infatigables, mis ojos, te buscan en la luz.
Tengo la esperanza de encontrarte aún entre las sombras.
Ese, tu fulgor resplandeciente -que siempre te acompaña-
mucho me puede ayudar.
¿Quién recibe tu perfume y sin reservas, descarga tanta euforia?                
Para que tu rostro se vuelva inalcanzable ¿juegan conmigo las
luces y las sombras?
El desfile de curiosos personajes enriquece a cada instante
el humor de tanta gente.
Con el paso ligero dejo volar esta mirada pedigüeña.       
¿Donde estás? ¿Donde están?
¿En el mismo lugar donde nace la ternura?
Una avalancha de ruidos aturde todo sentimiento.
Salpica a cada escupitajo, la basura de la urbanidad.
Desde la misma noche asoma la filosa sospecha de una  traición.
El “maquillaje” del frente de un edificio no le deja lugar a la dignidad.
Se escabulle por la alcantarilla, risueña, la rata que se robó  la belleza.
Mis pies, llevan con increíble precisión, un ritmo que no
titubea en los charcos de la calle.
¿Entonces, existe el lugar donde nace  la ternura?
Sea la luna llena convertida en un tentador alfajor de leche.
O su luz que se puede apagar a la vuelta de la esquina.
Sea que la bruma crece para opacar tu resplandor.
O tu luz que hasta el final de la calle ilumina.



“El animal social y de costumbres”. Ese que sabe de su muerte y la angustia lo sigue todo el tiempo, toda la vida. Sí, el mismo, que por su afán de trascendencia es capaz de transformar casi todo. El que necesita alimentar su ego para regocijo propio y de su especie. El que está plagado de contradicciones ¿quien más destruye por el odio o la ignorancia aunque, todavía, quiera reivindicar muy poco con el amor? El que dice que *“la naturaleza imita al arte”. Es la razón lo que cree, que lo hace superior. Un “equilibrista” de cierta osadía –de poca “monta”- ni siquiera el mejor. Allí, en ese punto donde está la diferencia con los otros seres vivos es cuando ahoga su corazón de sentimientos intensos. Caros sentimientos, lugar pleno de la humanidad. Obedezco a mi especie solo cuando…me emociono…
*Oscar Wilde.


 Primero recurro a Don Porchia (Antonio)…
                 “Y ahora un instante y luego, lo eterno. Porque el instante es tiempo y lo eterno no es tiempo. Lo eterno es el recuerdo del instante”

Luego voy directo a mi ocurrencia:

               Tengo la sospecha, las bien fundadas sospechas sobre Ustedes y sus intenciones. Sí…  ahí, cuando veo esas fotos que me muestran y los mantiene  risueños.
                 Se que son personas “jodidas”… ya se los dije. No encuentro otra palabra… Sonríen como para confirmar cierta complicidad… yo, desconfío… Alguna cosa están pergeñando… es mi parecer… ya no son “los gimnastas de la nostalgia” que “reconstruyen la adolescencia”. Tampoco, son el grupo de personas que tienen en común una pequeña parte de sus vidas compartidas. Hay algo más, que no alcanzo a descifrar, totalmente.
                  Es que, sin saberlo, tal vez, Ustedes no se den cuenta. Hay un instante en que “toma” mucha “consistencia” lo que digo. No porque los ojos con que los observo puedan mirar más ampliamente o más profundo que los de Ustedes…
                   Nooo… no se como explicarlo…pero lo que intentan, por siempre, es ser lo que son… Cada uno de nosotros es un conjunto de partes “traslúcidas” y otras bien “oscuras”… no seriamos… no estaríamos “edificados” sin una de esas partes…
                  Y yo veo que “viaja” o está “latente” en cada uno de Ustedes  cierta “extraña aureola” –creo que es la “traslúcida”…jaja- que, inmediata e incondicionalmente, se  acomoda en el otro… no solo en el de al lado sino en cada uno y así los convierte o los transforma…
                   Es decir, me convierte y me transforma a mi, también… por eso son “jodidas intenciones”… porque, no hay más remedio que “convivir” con “ciertos fulgores” de cada uno de Ustedes que se acomodó en mi y para siempre… como que por el “hecho” de haberme acercado o de haber compartido o aún en el abrazo del saludo, ya tengo, garantizado… en primera instancia, sentirlos como algo “caro”, de mucho valor y en alguna parte, en algún momento, me son Indispensables…Bueno… de eso trata la amistad decía no se quien… pero para mi… Ustedes son “jodidos”… bien “jodidos”… (Jajaja).

sábado, 14 de abril de 2012

        El paciente llenó ese día, invitando a su familia a un almuerzo en un restaurante de la costa y “acopló” otros bienestares. Esto último, significaba caminar por la vereda que da a la orilla del río. De la otra orilla, la vegetación original y abundante conjugaba con los días esplendorosos que nos entrega el otoño.
         Juegan, para regocijo de los ojos, todos los colores. No hay pocos verdes aún, ni amarillos de árboles nativos en franco proceso otoñal ni los rojos de algunos abetos plantados por el hombre. El cielo celeste y el río, completan el escenario para un día donde el milagro de la vida se manifiesta en plenitud. Pequeña foto de un paisaje para no ser olvidado.
         Luego, su internación inminente no dejaba mucho resquicio. Solo despedidas con abrazos cálidos y una sonrisa triste. Un rondar constante en su pensamiento sobre la cirugía daba cuenta de lo trascendente que iba a ser la jornada que venía. Más tarde, conoció a los cirujanos que se presentaron, el primero, con una sonrisa amplia y una total confianza, el otro, mucho más serio pero no menos confiado.
         A dormir.
         Despertó tranquilo y su mirada delataba total entrega hacia los que iban a tener su corazón entre manos. A la hora designada, se acercó el camillero que lo dejó en el quirófano con la “anestesióloga”. Se cumplió el ritual de buscar donde perforar el cuerpo para regarla del liquido que lo haría dormir.

          “Se fue la luz de adentro mío”…después…

         Una sala iluminada artificialmente me contenía en su espacio. Sentí que algunos tubos colgaban de mi cuerpo  y algo atragantaba toda  mi boca. Una nube mullida, en primera instancia, parecía acomodarse detrás de mi cuello. De a poco -transcurrido un tiempo mínimo- supe de mi cuerpo mutilado. Lo sentí dolido…cortado.
-¿Como salir de esto?
        Acercarse al dolor, sospecho, debe ser acercarse hasta la muerte. ¿O solo es confirmar que estás vivo? Sin poder moverme y presionado por todos lados, incluso del lado de la angustia, supuse, es estar más cerca que nunca de“ella”. Escuche decir que las próximas -…“cuarenta y ocho horas son cruciales”.
-Usted no debe sentir dolor. Si lo tiene, todos aquí, tenemos la obligación de intentar atenuarlo. Así que no dude en pedirnos ayuda -dijo la psicóloga antes de entrar a la “internación”.
        Cada vez que se arrimaba alguno me preguntaba: ¿estas bien? ¿Te duele?
-Si, me duele…                                                   
        Con un hilito de voz que no se escuchó nunca, parece. Se aproximó el enfermero de la noche. Se presentó. Con el último aliento le dije –me duele…no doy más. Yo se que me escuchó. Esperaba respuesta. No la hubo. Junté más fuerzas.
-Estoy muy dolorido.
-¿otra vez? si ya te puse.
-¿Cómo hacer para salir de esto? …ahí esta la cosa. No tener posibilidad de reacción.
        Un enfermero que no sabia cual era la “máxima”. Una sala de terapia intensiva con un viejo enfermo que “estaba del tomate”, porque cada vez que podía, intentaba sacarse todos los tubos que tenia encima.
        Incluso, la “sonda” de la vejiga que entra por la uretra. Esto último era bien doloroso, ya que la “sonda” está firme y solo estirarla produce una sensación de dolor horrible. Se escucha el plagueo de los enfermeros para que deje de tocarse o de sacarse los “tubos” en todo momento.
        Una “urgencia” entra con una persona en estado de “shock”. Tuvo un infarto y aún tiene latido. Es una mujer de edad avanzada. Cuando entra, el camillero haciendo rodar la camilla, golpea varias veces la cama en la que estoy yo. Justo que procuraba no moverme y ni siquiera pestañear ya que me parecía lo mejor para no tener que soportar tantos dolores. Un revuelo de diez personas como mínimo alrededor del paciente infartado. Todos procuran decir algo. Se escucha una vos femenina dar la siguiente orden: “le vamos a aplicar adrenalina en un 62…preparála”. Cada uno tiene algo para decir pero esa vida se agota. A medida que pasan los minutos se empieza a notar silencios más prolongados. La”bomba manual o mecánica” que ”insufla” oxigeno es lo que más se escucha. Más tarde, por como se “diluye” el  “revuelo”, me entero que la mujer que entró en “la urgencia” murió.
         Poco espacio. Cuando van a sacarla -previa preparación del cadáver acomodándolo en una bolsa negra- otra vez chocan contra mi cama.
         Llega un gordito que se identifica como un Kinesiólogo. Se ve que tengo una cara tensa. El tipo agrega: “estás muy contracturado flaco, así no vas a llegar a ningún lado”. En mi espalda está concentrado parte de este dolor inmenso que me comprime hasta la voz. Me levanta con todo el “tuberio” de los drenajes, sondas y demás y parece que mi quejido alarma a unos cuantos. Con golpes precisos y repetitivos en la espalda y como si fuera que dependiera de mí para sentir menos dolor, me exige que me relaje. Pasaron quince minutos, el gordito se va, dejando un mínimo de mejoría. ¿Cómo sigue esto? El infierno no debe ser mucho peor que esto.  Hasta ese “fantasma” que rozó mi nariz salió de allí.  Entonces, no voy a poder cerrar los ojos tampoco. Porque siento que me voy y no puedo volver.
        Pocos minutos pasados y un pinchazo en el dedo de parte del enfermero de turno, que a partir de allí no termina nunca. El pinchazo cada media hora, para ver el contenido de glucemia en sangre. Creo que esto no se lo deseo ni a mi peor enemigo.

         Dicen que los que salen de aquí, después, tienen una sintonía tan fina como para cultivarse de emociones. Para respetar la vida anteponiendo una sonrisa. Para reconsiderar la alegría. Para defenderla con el privilegio que tiene. También, dicen que por más cerca que este la muerte, posiblemente, no solo sean esas ansias de sobrevivir las que nos haga más fuerte para superarla sino el temor a que sufran aquellos que “tanto querés con toda tu alma”. 





Antes… desde la casa de Hugo:
                                                    Quizás, decidirse a pintar una postal que nos contenga como protagonistas incluya siempre utilizar los colores de la gratitud… ahí estábamos, intentando crear un clima donde el aporte de cada uno podía, al menos, sentirse agradable… Alguna vez escuche decir, que si estas reuniones se repiten con tantos años pasados es porque hay una especie de “culto respetuoso a la amistad”… jajaja… No es muy original lo dicho… pero para mi es un privilegio que tenga esta posibilidad de compartir con Ustedes.
        También, hay veces, que querer reconstruir la adolescencia es como si fuera que la nostalgia cumple como un ejercicio irrenunciable. Que no se puede rechazar… sospecho que como antes en esa foto del Raggio, aquí, en esta postal, están nuestros rostros con la mirada cargada de inocencia aún. ¿Será que cada uno con lo poco o mucho de candor que le queda, alimenta a ese hombre que todavía sueña?… No es poco eso.
Pido disculpas por hacerme el difícil para decir lo mismo que Ustedes… jeje

Después… de la carnicería:
          Parece que un corazón renovado puede cargarse de sentimientos muy fuertes sin que se ahogue. Lo estoy probando. Es que acercarse mucho al dolor puede que también, vaya templando el material con que está hecho. No se si es justo o injusto…es la vida. No reniego de nada. Siento que, cuando estoy como profundamente lastimado, una sonrisa amiga agrega un suspiro de alivio. Otra vez, (jaja) no descubrí nada nuevo. Ustedes son un suspiro de gran alivio.
         Quizá, la vida me premia con estas cosas, entre tanto que acontece y pasa tan rápido. Me deja el sabor eterno del agradecimiento.

miércoles, 4 de abril de 2012


Don Cali:
                  Don “Cali” Benítez recorría la región con su “montado” a tranco manso y sin sobresaltos. El alazán “chusco” le daba prestancia a su andar. De montura lujosa, las incrustaciones y los estribos de plata, junto con la tela aterciopelada de rojo o en púrpura, formaban los contrastes más llamativos, comparado con la mayoría de los caballos de los habitantes de la zona. Es que, “bien-vestir”, con detalles así, en su caballo de estirpe y su propia “estampa” de hombre prolijo y de excelencia, infundían respeto. Cada tanto, cuando veía a lo lejos una pequeña polvareda que parecía acercársele, él –talabartero de oficio- corregía su sombrero de ala ancha y palpaba en su cintura “el 38 largo” que había sido limpiado y lubricado con esmero.
         Al llegar a la casa y ser recibido por su familia, le “lustraban” a él, la sonrisa más amplia como para iluminar cualquier mañana de alegría. Primero una niña inquieta, de andar tan ligero como el viento, se aprisionaba a su cuello con la calidez de la hija pródiga y le dejaba ese sabor de lo afectivo y lo agreste, las dos cosas que más lo conmovían. Luego, una “chorrera” bulliciosa tanto de varones y niñas –hijos de su vida- se sumaba al festejo. Por último, el abrazo de su mujer quien auguraba los días felices por venir.

El sabor y el aroma de lo agreste en la brisa
te acostumbraron a calificar
como el “mejor catador del mundo”.
Siempre estas volviendo a todas partes.
Desde el horizonte venturoso
viajan las imágenes del “devenir”
-ese que va a concretarse-
por eso,  tu mirada de “visionario”,
repasa cada movimiento 
para no equivocarse.
El verde de contraste con el color de la tierra,
juega con tu forma de pintar la vida
y al golpear, los cascos de tu caballo,
marcan el ritmo de una canción
que conjuga tu nombre con la alegría.

          Colmado de abrazos y de caricias devuelve con regalos. La niña corre para conservar el secreto de su caja mágica recibida. Golosinas, el dulce de la felicidad.
          Don “Cali” Benítez ahora espera con paciencia. Espera que alguno de sus clientes retire los “arreos” pedidos con anticipación. Con mucha dedicación realizó lo solicitado y su compensación en dinero le hace falta. Doña Rita Almirón, su linda mujer de fuerte carácter, esta impaciente, cree que los clientes no cumplirán con lo prometido.
          De repente, a lo lejos, se ve entrar por la tranquera al cliente esperado. La niña atenta a quien entró, le da la bienvenida. Le ofrece algo para tomar. El cliente le da las gracias por la gentileza. La niña se aleja recordando la enseñanza de su padre.
-“La atención, m`hija, cuesta poco pero vale mucho”.
          La conversación entre ambos hombres se hace larga y parece muy agradable. Alguna que otra carcajada se escucha como para afirmarlo. Luego, el cliente se retira con los “arreos” no sin antes despedirse de la niña. Le resalta lo agradable que fue conocerla y le agradece, nuevamente, su hospitalidad.
        Doña Rita está ocupada en la chacra y Don “Cali” se acerca casi con sigilo, lleva un fajo de billetes en su mano que esconde detrás de la espalda, dice:
-Antes era don “Cali” ahora soy don Caaarlos. “Con la plata baila el mono” y “contra la suerte no hay china fuerte”.
        Le repasa el fajo de billetes en la cara y muy seria, doña Rita, pone una mirada de complacencia. Una sonrisa que resume lo cotidiano.

         Ahora la escena tiene como protagonista a un niño pequeño. Hijo de aquella niña hospitalaria ya convertida en mujer que adora a su padre. El niño desayuna con su abuela doña Rita Almirón.

          Del calor de la mañana  una especie de bruma se levanta de la laguna que está a escasos trescientos metros de allí. Las aves silvestres, algunas de gran porte, sobrevuelan la laguna. Los árboles se pueblan de pájaros hasta que sus ramas los abrazan con ternura. Durante el día o la noche es común ver animales salvajes que se arriman a la laguna para beber o se acercan a la casa para intentar comer algo. Un gallinero de proporciones importantes marca su presencia con el cacareo en coro de muchas de sus habitantes.  Los animales, como vacas y caballos, se refrescan a la orilla, preparándose para la jornada calurosa. De las mascotas más llamativas hay un carpincho suelto. Una huerta o pequeña chacra da muestras del trabajo campesino, esfuerzo y  orgullo de la abuela.
           El niño busca con la mirada a su abuelo don “Cali”. Es que apenas levantado, el abuelo, se escabulló por detrás de la casa para no ser visto. Se escondió para que no lo encuentre. El niño pequeño mientras desayuna apresurado se impacienta. La abuela Rita recibió la advertencia de que el niño no se acerque al taller del talabartero pues allí, hay demasiados mosquitos. Termina el desayuno y el niño, como una tromba, se despega de la mesa, buscando a su abuelo. No está en su habitación y el grito del niño. No está en su taller. Otro grito con angustia reclamando por su abuelo. El abuelo no soporta más, se lamenta por haberse escondido. El silbido de “Cali” Benítez alerta a su nieto para orientarlo y él, corre, tropieza, se levanta y corre nuevamente, con la desesperación de encontrar su tesoro lleno de caricias. Lo encuentra. Un abrazo de ambos es la única solución que los consuela.
        Ya por las tardes, cuando el sol deja de calentar esta tierra casi inhóspita, el talabartero prepara su caballo para hacer pasear a su nieto. El niño parece subido a un “edificio móvil” que su abuelo puede “comandar”. El rostro de sorpresa y alegría es de ambos.

         Otra vez el trote del caballo y sobre él, don “Cali” Benítez y ese monte ubicado atrás, hacia el sur, que lo mira como nostalgioso, alejarse. Otra vez, como muchísimas veces antes. El camino de pequeñas aventuras o tal vez, el cruce del río con la “chata” grande trayendo mercancía para vender, trocar o contrabandear. Otra vez, salir con la carreta cargada de productos de su taller para ofrecer en la zona o haciendo las entregas para cumplir con los pedidos de sus clientes. Es decir una rutina que la vida le entrega con el sabor del encanto de mirar paisajes y personas distintas. “Cali”, el hombre que acumula la sabiduría del viajero incansable y recoge de lo que lo rodea, la plenitud que alimenta su sonrisa.

          Desde hace un rato, la carreta se le vuelve pesada para seguir. Aún le falta mucho a Don “Cali” para llegar a sus pagos. El almacén-boliche de Don Aureliano puede ser una parada obligatoria a la hora de conversar, tomar un trago y pasar un rato de descanso. Siempre los saludos correspondientes a un hombre gentil pueden alimentar un trato recíproco. Con curiosidad de buen comerciante verifica algunos productos del almacén. Hay a primera vista, una montura lujosa. Esa misma que usa él, de incrustaciones y estribos de plata. Luce tal cual, con los cuidados que él le prodiga para conservarla reluciente. Sin mediar tanto apuro y con la sorpresa atragantada, aspiró profundo y habló pausado.
-Tengo curiosidad ¿cuanto pagó por esa montura?
Don Aureliano no contestó en forma inmediata. Se tomó el mismo tiempo de una pausa con reflexión incluida y contestó con certeza. Sin agregarle ni un centavo de más. “Cali” también, fue directo.
-Esa montura es mía. Se ve que en este tiempo de ausencia, alguno de los que estaban cerca de ella aprovechó para sacarla de mi casa, traerla y vendérsela. Si no le es tan incomodo ¿me podría decir quien se la trajo?
-Yo no tengo ningún problema Don “Cali”.-Dijo Aureliano y de inmediato agregó.
-Fue un tal Eleuterio Ríos, ¿lo conoce?
-Sí, hasta la última vez que lo vi, trabajaba conmigo. Pensar que lo crié yo. Bueno, Don Aureliano, le agradezco la información. Yo estaría dispuesto a pagarle lo que Usted gastó y de esta manera puedo recuperarla.
          Sin mediar ni siquiera un gesto de fastidio, Aureliano aceptó con mucho gusto.              
          Vuelta a su casa, saludos y abrazos, sin decir palabra alguna sobre lo acontecido,  guardó  la montura en su cuarto y siguió con su rutina. Eleuterio Ríos se atrevió a irse apenas había salido él con la carreta cargada.
         No pasaron tantos meses que un hombre de aspecto cansado y desprolijo abrió la tranquera y se fue acercando al taller del talabartero. Eleuterio Ríos llegaba después de una aventura de poca fortuna y de mucho desprestigio (esto último aún no lo sabia). Luego de los saludos de rigor y de tanta amabilidad en el trato, se acomodó para pedirle hablar de trabajo a Don “Cali”. Le comentó, también,  lo mal que le fue haber intentado algún otro “emprendimiento”. Benítez, escuchó, no titubeó y ni siquiera se apresuró.
–¿Necesitas trabajar? -preguntó “Cali” al fin.
-Sí -contestó Eleuterio.
-Bueno, yo te voy a dar trabajo. Justo llegaste en un momento oportuno “chamigo”. Vení que te voy a mostrar. ¿Ves?...Recuperé mi montura y pagué lo que vos recibiste. Ahora te voy a dar trabajo y no vas a cobrar tu sueldo hasta que saldes esa deuda conmigo. Tendrás casa y comida como siempre pero empezarás a cobrar sueldo cuando termines de pagar lo que me “debés”. ¿Está bien así?
Salió de Eleuterio Ríos un balbuceo que terminó siendo un “si” rotundo.
-Bueno, parece que así se arreglan las cosas -sentenció Don Benítez.

viernes, 16 de marzo de 2012


Voy repasando el tiempo para que no se olvide de mí.
Traduce el viento un canto que me aproxima a la paz.
Nos visita hoy la Cándida Esperanza para saborearla.
Se atraviesa entre los aromas esa parte tuya que delata una emoción pura.
Una mano festiva recorre el sinuoso camino de tu perfil.
Con el impulso de mis latidos se expande tu aliento.
Está cerca de subyugarme esa, tu mirada intensa
Salgo de mí para estar dentro de ti y fluir en ti.
De entre todos los colores reconozco tu voz.
En el puente ya extendido se rozan nuestras manos.
Devuelvo con un gesto, como respuesta a tanta dulzura,
estos ojos cargados de lágrimas que te acarician con ternura.


III

            Al mastodonte prusiano lo bajaron en el puerto de Bruselas o Hamburgo –no recuerdo bien- con varios parches en la cara, mucha cinta adhesiva para sostenerle los huesos en distintas partes, en camilla y utilizando el guinche… sí (jaja) el guinche…claro…duro el tipo.
           Luego, pasada mi semana de descanso, tuve que incorporarme y me encontré con el jefe nuevo. Un filipino chiquitito. Parecía un experto en lo suyo…
          Entre otros compañeros, durante los viajes, me acercaba en los almuerzos, las cenas o cuando nos tocaba descansos coincidentes a un tal Ayala. Argentino él. Un flaco fibroso que, según decían, había laburado de equilibrista en un circo. Podía entenderse que era cierto porque muchas veces lo he visto sentado en la “silleta”, pintando afuera, arriba en el puente… balanceándose como si nada.
.     Para estar ahí, con el movimiento del barco, hacia falta mucha sangre fría o coraje, no es para cualquiera…no era para mi…Ayala tenía buen carácter. Tranquilo. Una historia con familia incluida. Mujer linda, dos hijos, casa grande y hasta un perro…
          En la mesa de los almuerzos o las cenas, también, había varios alemanes. Estaba el que se encargaba de controlar las cámaras frigoríficas. Un alemán del norte o noruego, nunca supe de donde con precisión… Un loco tan grande como un gorila rubio. De mirada temible, siempre vestía  pantalones shorts y remera  manga corta. En verano o en invierno. Si afuera hacia tres grados y la temperatura del interior de la cámara frigorífica no debía de estar a menos de dieciocho bajo cero, el tipo entraba, se quedaba un buen rato para sorprendernos a todos, por que más de uno, no lo podía creer. A su cuerpo, también, lo inundaba de alcoholes varios, parece que así, no le entraban ni las balas…
           Por maldad o locura de encierro, había alguno que se creía gracioso -flor de hijo de puta- siempre tapaba con trapos las letrinas de los baños “generales”, los que usábamos todos…nunca pude averiguar quien fue…la broma me costó un episodio sangriento…fui al sanitario y semejante espectáculo no era para quedarse a presenciarlo u olerlo…la necesidad hizo que destape la letrina y que después evacue lo que la naturaleza demandaba de mi cuerpo…al salir de allí, en el camino me encontré con el gorila rubio en evidente estado de ebriedad …sin mediar muchas palabras el tipo creyó que yo era el gracioso “tapador de letrinas” y me golpeó a mansalva…se descargó con tanta saña y en un tiempo considerable como para dejarme la cara ensangrentada y coágulos que se desplegaron en toda mi humanidad…
         Tirado en la inmundicia, casi inconsciente, supe que nadie volvería a golpearme de esa manera…me rescataron Ayala y un contramaestre…la vida color de sangre y olor a meo… 



En la brisa, sobrevuela
tu pañuelo perfumado,
dejando que embriague
 todo lo que toca.
 Entrecortada la voz,
 pronuncia tu nombre
 y no hay ser viviente
 que no ponga atención.
 Hipnotizado, refriego los ojos.
 Llevo conmigo la imagen
 que despliega tu fulgor.

         El niño de adentro sonríe. El hombre de afuera se angustia. Cuando suena la canción de cuna. Cuando el reloj -despertador tirano- nos recuerda para que se usa. El niño es la poesía con su carcajada contagiosa. También, lo es cuando atraviesa el bosque para descubrirlo.
- Se que tus manitos son las creadoras, pueden tantear la belleza en forma delicada y subsistirá. Ni siquiera podrá resquebrajarse. Desde allí, desde la posición de niño, el hombre multiplicará sus sueños. Tendrá la oportunidad de conservar su candor o solo buscará renegar de su inocencia para creer que trasciende a su propia angustia.


IV

         La llegada a distintos puertos podían ser posibilidades de salir a divertirse en tierra o tener que hacerle mantenimientos varios al motor del barco ya que cambiar aros a los cilindros o algo por el estilo, era cosa común luego de un viaje prolongado. Desde el comienzo, el filipino chiquitito, nuevo “jefe de máquinas”, parecía tener muy buen carácter. Ahí estaba para guiarme, para ayudarme. Hubo un entendimiento inmediato entre nosotros. Laburaba bien  el “petiso” y nos complementábamos.
        De los puertos más recordados, el de Santos y por supuesto, el de Río de Janeiro. Santos era el que más “tocábamos” camino a Europa y allí solo se cargaban algunos contenedores. Al llegar a ese puerto, nos disponíamos -nada más ni nada menos que-  a las mujeres dulces como para después añorarlas y a la música suave, ondulante, casi sofisticada…-“Iso e mesmo do Brasil”…cargar un buen “fumo” para las noches solitarias y tal vez, algo para contrabandear que sea buen negocio. Luego, ya cruzando el Atlántico, Ciudad del Cabo en Sudáfrica… otro de los puertos donde descargábamos “lo mínimo” y también, cargábamos algo para  seguir subiendo hacia Europa.
 - Eu tein saudades de voce…
          Acontece la vida y con un suspiro voy entrecerrando los ojos como para dejar dentro de mí, eternamente, ese instante en que me despego de tu imagen. Ahí va… la sonrisa de gratitud que siento, me recorre desde las entrañas hasta dejarla, al fin, calcada en los labios. ¿Como entender por el lado de los sentimientos? Una voz “femenina” delata el idioma en que se pronuncian todas las emociones. Acentuar las palabras con la riqueza de que en cada una de ellas lo humano queda bien traslúcido. Así es este lugar y sus lugareños, un mundo de sensaciones donde predomina la sensualidad. Ondula en el aire el deseo así como la música que mejor interpretan –absolutamente- cada uno de los seres vivos que pueblan esta tierra bendecida.

V

            Estábamos trabajando con empeño y haciendo lo que debíamos… el hombre se movía con soltura y precisión… yo lo acompañaba, lo complementaba en cada propuesta… el guinche o “malacate” levantaba semejante biela y los dos -él guiándome, yo manejándolo-  desarmamos el primer cilindro con cierta facilidad… extraer los aros, cambiarlos, una rutina que tenía sus vueltas pero que sabíamos como realizarla… le habíamos tomado bien la mano e íbamos por el segundo cilindro… lo ayudé nuevamente a levantar la llave para aflojar la tuerca, todo con el “malacate” o guinche… una llave tan alta como él mismo –ese filipino chiquitito-  así, era todo el trabajo… como si el mundo estuviera habitado por “gulliverts” y nosotros los “gnomos”… hacia mucho que no revisábamos la eslinga del “malacate”, él sabia bien que una vez, elevada la pieza, en este caso el segundo cilindro, nadie podía ponerse ni cerca ni debajo…
           El cilindro, al elevarse se balanceo un poco y él quiso corregirlo, entonces, se corto la eslinga de un lado y al intentar escaparse porque se le venia todo encima, no hizo a tiempo…
-¡¡¡¡Cuidadooo!!!!
           Grité bien fuerte pero eso, creo, lo desconcertó aún más … no pudo correr, quedó aplastado debajo de la pared de un cilindro que pesaba un par de toneladas… ni siquiera pude tocarlo… todo tenia que permanecer sin modificaciones hasta que la policía portuaria investigue y confirme los “hechos”…
           El hombre pequeño, trabajador incansable y experto, de carácter afable, del hablar pausado, ni un quejido, solo el espanto, estaba partido en dos debajo de tanto fierro, en su lecho de sangre… ahí, en el puerto de Ciudad del Cabo …lugar donde encontró la muerte una tibia esperanza…

Hasta que el reflejo me enceguezca
Hasta que se me entibie el último rincón
Hasta que la luz empiece a salir de adentro mío
Hasta que pinte con la magia de colores todos los paisajes
Hasta que la vida repita el milagro cotidiano de cada movimiento
Hasta ese momento, reclamo mi único derecho de pertenecer a este lugar.
No es más que lo que la tenue luz de una estrella provoca en el espacio
No es más que el de traspasarme en otro o mi reflejo en el espejo
No es más que el intento de crecer en el lugar donde te habitan
No es más que perturbar el escenario infinito con mi sombra
No es más que invadirte con el líquido elemento
No es más que empujar como el viento





lunes, 27 de febrero de 2012





          Estos tipos cantan, creo, con mala intención…como si quisieran perpetuarse en nuestros recuerdos…¡¡claro!! que hacen  el honor de concurrir al mundo de los sonidos recogiendo lo que está por allí, en el aire, para agregarle las letras que les dicta el alma…ahí están, embelesándonos sus canciones…nos invitan a participar desde nuestras “entrañas” con aquellas vibraciones que asumen el mismo compás, la misma melodía y nos trasladan, quizá, a los mismos lugares que ellos imaginan…la comunión entre el sonido y la emoción, un  lugar común buscado por todos…la belleza que hace lo suyo dentro de cada uno de nosotros por el milagro de la música …



  
      ¿Como dejarlo pasar ?..Estoy tan cerca de ti amigo, que tengo tu angustia y la mía…las llevo conmigo porque puedo y quiero…desde siempre, cuando me es posible y tu sabes que es bastante tiempo el que comparto…me arrimo, porque aunque me haga mal  tengo la certeza de que entre la lágrima y la carcajada, hay un limite muy pequeño y cada una de ellas, son emociones que se justifican bien…trasladarse hacia esos limites en un mundo en que todo transcurre demasiado rápido, hace que tenga algo de sabor…puedo dedicarte párrafos enteros de como tu carácter o tus obsesiones dominan  terrenos que se acercan al peligroso “mundo de lo oscuro”…a un paso de convertirse en “canalla”, es la  advertencia de nuestro amigo Dostoievski (Fiodor), de situarnos tan cerca de iluminar nuestra parte tortuosa…sin embargo ¿quien quiere renegar de emprender ese sinuoso camino con tanta curiosidad por satisfacer? sabemos los dos que el precio es muy alto pero rara vez el temor hace que vayamos hacia atrás…aquí va iluminando caminos el que posee la antorcha…una historia cantada con una melodía donde rebalsa el ritmo de la incomprensión…un rock and roll durísimo que se empeña en tener varios riff que salpican acidez…¿que más? ¿donde esta la poesía? ¿Acaso ella  se apodera, incluso de nosotros, cuando intenta trazar el puente entre la nada y la emoción?
        El abismo de la indiferencia navega alrededor nuestro para tender una trampa tan dolorosa como una traición…


II

          El jefe de máquinas prusiano nunca se había acercado allí abajo…se lo conocía por impregnarse en cantidades importantes de alcoholes a lo largo y ancho de toda su humanidad. Por supuesto, ocupaba el volumen de una talla mastodónica…cuerpo pesado la del prusiano, aún más, cuando en el aire que lo envolvía -se volatilizaba muy rápido o de inmediato- se sentía ese olor característico de los borrachos…yo aprendí a bajar las escaleras deslizándome por los caños de la baranda…era muy rápido…doce metros de ida hasta el piso de la sala de máquinas que de esa manera se convertían en un lapso de pocos segundos…el prusiano apareció al inicio de la escalera, luego de la cuarta semana que yo ya le dedicaba -de a doce horas diarias- a ese lugar tan especial del barco…estaba a muchos metros de altura pero el mastodónico daba una impresión muy llamativa, supuse que se quedaría ahí arriba, por eso le di la espalda y seguí aceitando…luego, escuche un ruido seco entre tanta biela, pistón, cilindro y explosión de ese motor de dos tiempos…parece que el hombre intentó hacerlo como a mi me había enseñado mi relevo y en los doce metros habría acumulado tantos golpes de los que podrían haber sido mortales, que la caída, supongo, fue interminable…el cuerpo mastodónico había desaparecido de arriba, entonces, caminé hacia la escalera…ahí estaba, sangrando, sin un gemido, boca abajo…lo di vuelta, acto seguido reconocí mi error…llamé al primer oficial, a ver si podía venir urgente…


           Es totalmente cierto, desde cualquier nube algodonosa puede saltar una escupida, sentirla pegajosa y tibia aún. Tal vez, “el viajero incansable”  para limpiarse la boca del aburrimiento, entre tanto cielo limpio y su transporte blando e inmaculado, ensució el aire sin medir las consecuencias. Ahí va el  gesto, el que se eleva, que desde abajo con mucha bronca lanzó el damnificado… todavía, la mancha del “gargajo” en su campera queda como un medallón en el pecho.




        Camino a la montaña donde domina la nieve y el silencio, ahí vamos…mi amigo Tito, caprichosamente, me sumerge en la guitarra y las letras de León. Estamos en el pueblo donde, si anochece, es posible que el frío nos apriete y nos obligue a buscar alguna “espirituosa” como para entibiarnos por dentro. La expectativa en el medio de la aridez es nula pero tener tiempo para gastar, es muy placentero. El único bar cobija a tres parroquianos que interrumpen el silencio con el choque de las bolas del billar. Primero, la buscamos y fue en la plaza principal que nuestro diálogo parecía enmascarar todos los sonidos. Despegamos del “casco céntrico”, como dos cuadras en total y encaramos la ruta, hacia el espacio natural. Los primeros relieves de la precordillera empezaban a asomarse tímidamente en el llano –como las tetitas de una “preta” adolescente. Un cielo purísimo nos cubría como una sabana azul-celeste bien planchada. Un atleta trotaba hacia la bajada y nosotros, sus espectadores, lo vimos regresar. Hacer “dedo” era la consigna para llegar a una ciudad más importante, cuando la tarde parece desvanecerse, una especie de bruma envuelve los pequeños cerros oscuros. La brisa fuerte y helada da la vuelta a nuestro alrededor, silva como si fuera a recordarnos algo…las voces nuestras van llenando espacios, las canciones cargan nuestros oídos. Algunos autos que son de este lugar dan vuelta a la rotonda tratando de ver la curiosidad que somos nosotros. A poco está el cartel que es terminante, “fin de zona urbanizada”. El “culo” del mundo se dibuja como lo que es, éste pequeño montículo (bien redondito) en el medio de la nada con la cinta asfáltica de la ruta cruzándole una “raya” que proporciona ambos “glúteos” y nuestro espíritu de vagancia intacto, nos hace regresar a la terminal, los próximos micros serán bien tarde, cosa de que allí, en éste lugar ignoto casi, le dediquemos parte de nuestras vidas por el resto del día. Una carcajada plena va inundando nuestros rostros. “La realidad duerme sola en un entierro…”–dice León (Gieco) y el tiempo en que sin querer se pinta con el contraste de colores. En el que el diálogo intimista nos acerca derramando sonrisas, el fluir de aire en los pulmones exige un suspiro. Mientras, sola, la palabra va en busca de la belleza porque todo lo demás es impecable…




                       Tengo la sospecha de que una canción puede más que un cañón.
              Más aún, que nuestras voces conjugadas en esta envolvente melodía pueden                        concentrar tanto como una explosión de enorme energía.
                         El fabricante de sueños escurre su angustia con una simple sonrisa.
              Ahí llegó con su mapa de ilusiones y un frasco de embriagadas emociones para invitarnos a la aventura de la vida.

Entonces, concurre la vida hacia nosotros.
En un “chiste” se propaga la causa mayor.
Tiene el dibujante un motivo: la alegría.
Con mano experta recorre cada gesto
y desde el fondo de su cuerpo,
 nace la figura del humor.
Con un vaso cargado de bebida transparente reparte la cuota de esperanza.
¿Será el agua que en nombre de la frescura ira mojando a todo aquello que suspira?

viernes, 17 de febrero de 2012



                                         
                                         musica "Himno" por Vangelis Papathanassiu; Fotos recopiladas de distintas fuentes informaticas
                                                       Diseño y Montaje Tatobross ( maarian97@hotmail.com )

Recuerdo la isla, a las diez, cuando el Vangelis (Papathanassiu) sonaba como un himno milagroso y acompañaban las cigarras…entre las tonalidades verdes, mis ojos dejaban de arrimar tantas emociones, se cerraban para darle cabida al sol…para que él haga lo suyo…eso que es  alimentar el cuerpo de energía…¿quien va dejar pasar algo? desde andar descalzo como si fuera un niño chapoteando barro o ver como el río lleva tus sueños montado en un espejo para salpicarse de las imágenes de un sauce besando el agua….como derramarse vino para acompañar los manjares o si los pájaros repiten la misma canción de cuna, que el hombre transformado en niño, solo quiere llenar su siesta con una dulce melodía…aquí el capitulo más feliz…el entreverar con las voces amigas el humo que embriaga… la sonrisa latente…la de privilegiar la vida defendiendo y alimentando la alegría….jajá…los cruceros en canoa y el cuerpo que entrega tantos movimientos…la “pala-remo” que se hunde en el agua y el milagro de salpicarnos como en un bautismo de frescura plena…mis brazos que sienten el esfuerzo pero que no claudican…transpirar, eso, transpirar…tengo en mis oídos la música de la aventura…recorre todos los sabores y bombardea con las imágenes más sorprendentes… la luna, cuando decide adueñarse del cielo, allí, sobre el río, tiene el color del amor, no es esa luz blanca y fría, sino aquella, amarilla, opaca y decididamente, dulce…bienvenida!!!!!




página 16



I

           El supo que el rencor nunca podría dejarlo. Escapaba de los que lo lastimaban, sus propios padres. El comprobaría que así como se puede crear vida con amor, también, es posible que el odio mantenga la vida. No esta mal recordar aquello de que “uno se siente vivo aún a través del dolor”… Eso…sintiéndolo profundamente…sin poder escaparse…como una llaga que se propaga…cuando es la única alternativa…es nuestra alma empapada de tristeza…esa tela purísima que es nuestra esperanza –la que cubre el alma nueva– la que empieza a ensuciarse para nunca más volver a ser lo que era… es aquí  que el mar le cubrió la piel de sal y lo endureció… es en el amanecer, más que nunca, el momento justo para despegarse de sus lagrimas… allí, en medio de la inmensidad, en el medio de tanta belleza, su destino comenzaba a edificarse, quizá, con la suma de su voluntad y con la desgracia de la fatalidad…

                  Se tragó la luz del astro
                  la montaña negra creciente.
                  Lo envolvió con  invisibles brazos
                  hasta llevarse, también, en el cielo,
                  el poco resto de celeste.

            La muerte del pájaro en la tormenta dio para “pulsar” una canción triste que resonó dentro mío. Tal vez, el pájaro solo era ese barco ínfimo luchando entre tantas fuerzas… allí en el medio del mar… golpeado por el viento y la lluvia… el oleaje profundo y temerario… tal vez, la fuerza de mi espíritu es la que se estaba probando… sumergido en este ruidoso e inmenso mecáno, todo mi cuerpo salpicado del full-oil, verificaba con mucha atención las señas del auxiliar del jefe de máquinas para concretar en  hechos lo que se suponía ordenes… el mecáno resoplaba como si fuera a escaparse de allí… piezas del tamaño de la imaginación exacerbada se movían  sincronizadamente -Gracias a Dios- diría yo, más tarde… luego, tanto wisky, tanto alcohol en mi cuerpo, el solo mirarme en el espejo me devolvía un rostro, que me pareció, no era el mío. Detrás de mis ojos enrojecidos, detrás de cada músculo que sostenía algún gesto, estaba la tormenta que azotaba ese barquito mínimo… estaban todos los quebrantos… esos vientos tempestuosos de mis pesadillas… esos tortuosos recovecos donde el alma tambalea de dolor… ni siquiera el espejo iba dejarme en paz…                         
              Cuando observé bien mi cuerpo quise desprenderme de él. Así reaccionamos los hombres, como si el cuerpo no formara parte de nosotros…no nos perteneciera…sin embargo, como diría –tal vez- Macedonio…”La mujer siempre es cuerpo y alma…nunca pierde esa conjunción”.  
                                                                                 
página 14

                                                                                
-Quiero que sepas, que detrás de esta caparazón. Detrás de estos ojos enrojecidos, estoy yo. Alguien que va a querer acercarse para hacerte sentir sus vibraciones. Es solo en el acto de abrazarte que quiero acomodar mi transparencia en vos. Incondicionalmente…Así, también, te hago un lugar en mí para que descanse tu transparencia. Soy alguien que tiene sus intenciones bien resueltas…tal vez, alguien, que apartándose de su propio cuerpo quiera concurrir hacia ti con su energía  consistente…

Hay en ti un grito que hace de las aguas quietas un remanso.
Parece que la idea de un espacio inmenso detiene tu voz en un eco constante.
Ahora, con infinita paciencia, la armonía va armando tu canción predilecta profunda y
apasionada.
Para deleite mío te escucho pronunciar las palabras con ternura. Como acariciándolas…
Mientras, juega la bandada  de  pájaros su ir y venir en maniobras extraordinarias para
formar en el cielo la fiesta de los arabescos.
Hasta que la luz te acompañe, el horizonte por nada interrumpido hace
de marco ideal.
              Antes que el viento cubra de polvo la llanura arrastra hacia a mi el perfume de la mojada gramilla.
                Bendición de la tierra que acerca el aroma de la sabia que me alimenta.
                Entre tus brazos dejo esa pequeña luz que entibia la vida.
                Viaja “mi ser” en el aire fresco, recorre todos los relieves imaginables.
                Allá, en el punto mas alto en la montaña.
                Aquí, en el vuelo rasante que peina el trigal.
                Y sumergido en la nube, despierto con la almohada  blanda.
                Pero si es mi destino descubrir el secreto de la vida en ti, te navego por donde se esconden los perfumes del misterio.

página 15